Si al entrar en el desván puedes llegar a intuir un soplo de aire fresco tras un día caluroso, la caricia que alivia la caida o el sueño tras un día de trabajo...entonces sabré que he conseguido mi objetivo

domingo, 28 de julio de 2013

Directamente desde el baul

Verano

Suena el canto de la chicharra
y me embelesa, me absorbe,
me llena, me espesa,
y el aire se vuelve caliente,
volviendo marrón a la hierba
que se va perdiendo
con el vientre cubierto de tierra.
Allá lejos, atrás, ya perdida,
quedó primavera.


Cuento

Aliento que parte
de mi alma al infinito,
descríbeme tu rumbo,
dame alas de Mercurio,
que pueda ver
lo que aún no he visto;
donde nace el viento,
conocer al que guarda
los libros aún no escritos,
donde vive el Padre Tiempo,
y las cuevas secretas de los silfos.
Quiero recorrer, amigo,
los verdes bosque donde el unicornio vive,
y correr por la noche al lado de los trasgos,
y los elfos, y los lobos,
antes que sean de alguien cautivos,
que los guarde bajo llave,
diciendo que ya es hora de acabar
con los sueños de los niños.

Camino

Estrecha es la vereda,
arduo es el caminar
caminante, si vas solo,
como navío en la mar,
busca una ruta segura,
y un puerto donde atracar,
que te sirva de resguardo,
amigo en tu navegar,
porque viene viento fuerte
arrastrando al temporal.

Canción de cuna

Y escucho sonar la lluvia
mientras el sueño me vence,
y escucho, su voz de agua
cantarme con mimo,
acariciando mi frente,
y escucho hablar al silencio,
y escucho el sonido
que producen las nubes,
al caminar por el borde
del vestido de la luna,
blanco, cuando cruza el río,
y en el olivar,
del color de la aceituna.
Y me adormece, me adormece,
esta dulce canción de cuna.

Compañero

Recorrer con la mirada
desnuda de malicia
el suave aleteo
de la brisa en tu mejilla.
Notar el temblor
de la hoja, antes
de caer rendida,
y flotar sin peso
en el aire suspendida,
caminar sin rumbo,
hablar por el solo placer
de paladear sonidos,
fuera, libre de esquemas
definidos.
Ver pasar a las nubes,
esconderte de tu sombra,
que el sol ha dibujado
sin permiso.
Y el viento, siempre el viento,
eterno compañero en tu camino.

Tarde en el Valle

Los cielos infinitos,
eternos, perdidos,
cargados con el peso de las nubes inmensas,
de panzas desteñidas,
rascadas por las cumbres
verdosas que atraviesan
despacio.
Escuchan los sonidos
del valle que les llegan;
el viento,
la campana de la iglesia,
el mugido de la vaca
que acaricia con la lengua
a su ternera,
el canto de los sauces,
templados por manos
invisibles de seres de quimeras,
y ya, en la noche,
el murmullo del agua en la rivera.
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Gris tarde de verano,
de verdes y ocres
la luz ha pintado,
sobre las peñas,
los riscos, los valles,
los prados,
sus colores, de aire
y lluvia preñados,
los pinos oscuros y retorcidos
mudos, altivos soldados,
vigilantes impasibles
se agrupan en batallones,
para guardar los collados.


En la montaña

Reguerillos de agua
entre la hierba dormida
se deslizan silenciosos,
y se paran en remansos
para que la luz les mire
y les vista de colores,
que esta tarde,
ha pedido prestados a las flores;
azules, verdes, rojos, morados,
y de los prados más altos
estrellas, de terciopelo blanco

Fábula

Van andando dos luceros
caminando despacito,
y le pregunta uno a otro
¿Por qué bajamos del cielo?
Una niña que les ve
corre a decirle a su madre:
"¡Madre he visto andar
dos luceros,
frente a la puerta de casa,
por el borde del sendero!"
Y la madre le acaricia
tiernamente su cabello,
con una sonrisa triste,
con triste sonrisa de duelo,
mientras contempla a la niña,
la pequeña que nació
con sus dos ojitos ciegos.
Van andando dos luceros
caminando despacito,
y le pregunta uno al otro
¿Por qué Bajamos del cielo?

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