Llega despacio, sin prisa como el ocaso, como la luz
que aparece después de la oscuridad
para cerrar el espacio perdido
que precede al alba
al despertar.
Se mete sin darnos cuenta,
entre los brazos, entre los cuerpos
entre los sueños, entre la vida,
entre las almas dormidas,
sin susurrar.
Y nos llena como el agua
a la vasija, como el aire
a los pulmones, como la brisa
a la vela
al navegar.
Y como a todo, damos un nombre
porque así somos y a todo
hemos de nombrar.
Cuando lo hacemos
hasta el cuerpo se estremece
si decimos soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario