con la luz velada
por la gasa del blanco rocío
que deja su marca perlada,
se marcha la sombra
de la noche clara,
se esconde despacio,
se pierde en el lecho
de la madrugada,
y despunta el día
entre la hierba que marca
la senda de tierra agostada,
y el calor invade de nuevo
el espacio y el alma,
porque ahora es tiempo
de espigas y mieses doradas
y versos libres, sin nadie
que mida palabras
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